A muchas personas se les enseña a dejar todo hasta el último momento. Durante las sesiones escolares, la mayoría de nosotros fuimos a estudiar para el examen hasta una noche antes. En el trabajo, la práctica justo a tiempo se ha aplicado a la mayoría de los proyectos. Y por último, pero no menos importante, en la mayoría de los eventos sociales, la multitud se lanza justo antes de que comiencen las cosas. Estos son solo algunos ejemplos que muestran que muchas cosas están sucediendo en el último minuto. Como Michael Traylor nos dijo: “Si no fuera por el último momento, muchas cosas no se harían”.
School Of Hard Knocks nos ha enseñado bien: dejar todo para el último minuto. Si te quedas un poco y piensas mejor, comportándote de esta manera, entregamos nuestro futuro a otra persona: examinadores, jefes, organizadores de funciones. Ya no estamos en el asiento del conductor de nuestras vidas: alguien más conduce nuestro autobús.
Con el paso del tiempo, hemos llegado a creer que la motivación externa es un factor clave para nuestro éxito. La mayoría de las personas están preparadas para tener un jefe que mire por encima del hombro y les diga qué deben hacer. O para beneficiarse de un mentor que los guíe en la dirección correcta. Pero a medida que envejecemos, las cosas cambian. La mayoría de nosotros nos volvemos más y más independientes, experimentamos menos supervisión y ya no podemos confiar en la fuerza externa para mantenernos en la dirección correcta.
Con el envejecimiento, la principal fuente de motivación debe provenir de cada persona. Las personas tienen que tener una razón para levantarse de la cama todos los días. Puede completar una tarea, descargar el jardín, abrazar a los nietos cuando visitan, ir a la biblioteca local o lo que sea.
Es importante conducir su autobús. Como dijo el legendario Sam Walton: “No es lo que conduces, sino lo que te impulsa”.